Y algo parecido debió pensar el británico Matthew Herbert, productor y artista musical inglés -principalmente dedicado a la música electrónica minimalista- que, buscando aunar pasiones como la música y la comida, comenzó investigando la manera de escuchar melodías en nuevos soportes. Fue entonces cuando tuvo la genial idea (o no, decidan ustedes), de utilizar una tortilla como material de grabación. Alimentos que pueden ser pinchados bajo la aguja de un tocadiscos, reproducir música y más tarde ser ingeridos.
El caso es que el autor británico no quiso estancarse en el mundo de la tortilla, y decidió dar un paso más. Y para continuar esta experimentación musical y culinaria, se presentó en la Galería de Ciencias de Londres con nuevo “material musical“.
Edible Sound (Sonido comestible) es el título de este experimento creado por Herbert, donde utilizando tocadiscos y un sistema de altavoces consiguió sacar sonido a diferentes alimentos como la patata, el apio, berenjena, queso o carne. Lo que parece una simple llamada de atención se realizó con el fin de atraer a un público mayoritario y concienciarlos del consumo general de alimentos que realiza la sociedad occidental diariamente, así como su producción y posterior creación de residuos.
Dicho experimento no consistió tan sólo en samplear con este material, sino en compararlos y ofrecer la diferente gama de sonidos que estos producen. Un espectáculo bastante particular que sirvió como clausura de una serie de eventos repartidos a lo largo de 9 meses en la “Galería de Ciencias sobre cultura y política de alimentos”.
Sin embargo, y para ampliar el excéntrico mundo del “disco comestible”, os dejamos un par de vídeos que testifican a esos anónimos precursores que conforman este arte. Es todo, cuanto menos, bastante curioso.
Edición limitada de vinilo de tortilla. Así suena una auténtica ranchera.