Ricardo Pachón es un productor musical que ha revolucionado la historia del flamenco moderno. Ha producido discos de Camarón (‘La leyenda del tiempo’), Lole y Manuel o Veneno, entre otros. Fue nominado a los Premios Goya al mejor largometraje documental y al Grammy Latino en la categoría de mejor vídeo musical en versión larga por ‘Triana pura y pura’.
Llegamos a Marqués de Nervión a mediodía. Era un día inusualmente nublado en Sevilla pero pronto se iluminó con la sonrisa de Ricardo Pachón al abrirnos la puerta de su casa. Casi sin darnos cuenta, entre risas, comenzamos la entrevista. Le explicamos que veníamos de ViniloAdictos y, cómo no, Ricardo recordaba perfectamente el primer disco de vinilo que tuvo en sus manos: “Uno de Doris Day. A mí siempre me gustó la música muchísimo y en un viaje de mis padres a Tánger les pedí que me trajeran un plato. Me compré unos altavoces y poco a poco me fui montando mi pequeño tinglao. Y recuerdo haber comprado mi primer vinilo en la Casa Damas de la Calle Sierpes.”
¿Qué hay de su primer disco de flamenco? Pachón iba mucho al famoso mercado de El Jueves de la Calle Feria, y miraba con ganas los discos de los puestos: Manuel Torres, La niña de los Peines… Y en alguna ocasión juntaba unas monedas y conseguía comprar alguno. Actualmente tiene una de las colecciones de grabaciones originales más completas del país.
Al mudarse a Triana con sus padres, Pachón comenzó a tener contacto con los gitanos de aquel barrio tradicional y profundo. En un periodo en Londres, formó un grupo, ‘Los Rondeños’ que en inglés sonaba tremendamente mal: Los Rondenos. Y poco a poco, se fue forjando en uno de los géneros musicales más complejos. Pero ¿cómo un abogado llegó a convertirse en uno de los productores de flamenco más influyentes? Tras opositar a la Diputación consiguió un trabajo estable, una oficina y una rutina que lo sumió en el más profundo aburrimiento. Para mitigar las horas muertas, recibía visitas de la madre de Lole y de algunos amigos de Triana. Así surgió la posibilidad de hacer su primer disco.
Corría el año 1968, y recibió el encargo de producir un disco de flamenco con el Mono de Jerez, Pepe Rivera, Los Luceritos de la Puebla y un bisnieto de Manuel Torres. En 1969 llega a sus manos ‘Rock Encounter’ de Sabicas, un guitarrista español que internacionalizó el flamenco en Estados Unidos y que junto a Joe Beck abrió la puerta a la fusión del flamenco con el rock: “Me quedé absolutamente impresionado con esa fusión y me llevó a intentar mezclar a Smash con Manuel Molina”
El siguiente capítulo de la aventura de Pachón transcurrió en Cataluña, cuando Oriol Regàs (fundador de Bocaccio) se convirtió en su mecenas y le encargó un disco de fusión de flamenco y rock. Así, juntó a Manuel Molina con Smash. Ricardo Pachón tuvo la difícil tarea de hacer que un grupo de rock al que no le gustaba el flamenco, tocara con un cantaor y guitarrista flamenco al que no le interesaba el rock. Tardaron seis meses en componer los primeros temas: “para colmo, en el pueblo de al lado un alemán vendía las dósis de LSD a cincuenta pesetas y el grupo cogió una marcha lisérgica importante”, nos confiesa. Un día el bajista le cantó un tema a Ricardo “Silent days, silent nights, I don’t wanna remember that time…” y pensó que podía cantarse por garrotín, y a partir de ahí Manuel comenzó a cantar y saltó la chispa. Grabaron sólo cinco temas, pero finalmente “nos disolvimos en ácido”, nos cuenta. En 1975 llegaron los tres primeros discos de Lole y Manuel. Las composiciones de Manuel Molina dejaron prendido a Ricardo, y la pareja se convirtió en la precursora del llamado Nuevo Flamenco.
Entre tanta oferta, tanto flamenco, flamenco puro y no tan puro, ¿qué álbumes básicos recomendaría a un iniciado en el género?: “‘La Antología de Vergara’, que fue grabado in situ; ‘Sevilla Cuna del Cante’ y la ‘Antología de Hispavox’, en lo referente al flamenco puro. Y entre los discos modernos ‘La leyenda del tiempo’ de Camarón, los discos de Tomatito y Diego Carrasco.”
“Yo no he tenido un estudio jamás. Los primeros discos los tuve que grabar en Madrid hasta los años 90 que comenzaron a montarse estudios adecuados en Sevilla”, relata. Ricardo Pachón señala que uno de los adelantos en la producción del flamenco de los discos de Camarón fueron las palmas. No se le daban importancia y se consideraban un mero complemento. En los discos de Paco de Lucía las palmas las tocaban sus hermanos Pepe y Ramón, y entonces fue cuando empezaron a cobrar importancia y se convirtieron en la base rítmica de las canciones. Ricardo se dio cuenta de que para un disco flamenco las palmas eran fundamentales: “las palmas le dan la intención y el matiz al flamenco. Son la base de la canción”. Al producir los discos de Lole y Manuel y, más tarde, en ‘Leyenda del tiempo’ de Camarón, Pachón contrató palmeros con un sueldo a la altura de un músico. Contó con Manolito Soler, Diego Carrasco, Diego Pantoja y El Bollito.
Uno de los momentos más impresionantes que vivió en un estudio de grabación fue cuando grabó ‘Calle Real’ con Camarón, Paco de Lucía y Tomatito. Mientras Tomatito intentaba sacar el ritmo del Fandango de Alosno, Paco de Lucía le propuso a Ricardo tocar junto a él mientras Camarón cantaba: “En mi vida sentí tanto pánico como aquel día, tocando frente a Paco con la guitarra de Tomatito. No olvidaré en la vida ese pánico y sobretodo el sudor que me provocó”, nos confesó.
En ésa época, entre los años setenta y ochenta, hubo muchos artistas que no fueron valorados. Sin embargo más tarde, fueron considerados parte del patrimonio cultural del flamenco. Fue el caso de Veneno, Lole y Manuel, Pata Negra e incluso Camarón. Nos preguntamos si han quedado grabaciones de aquella época que quizás hoy en día serían revalorizadas por el público. Pachón opina que las discográficas en España han descuidado sus archivos, y de hecho, la ‘Antología Inédita’ de Camarón publicada en el 2000 fue posible gracias a una pila de cintas que encontró esparcidas en el patio trasero de una discográfica. “El 50% de las grabaciones inéditas las tengo yo. Llegará un día en el que me llame alguna discográfica para pedirme ese material”, afirmó.
El flamenco, según Pachón, nació a la margen izquierda del río Guadalquivir, entre Sevilla y Cádiz. Existe una similitud muy interesante con el Blues, originario del delta del río Misisipi. Ambos son estilos de música racial, que surgieron por y para un determinado colectivo y que con el tiempo se trasladaron a toda la población. “Los esclavos negros de Estados Unidos tenían una vida relegada a la marginalidad, al igual que los gitanos en España. Entonces existe un paralelismo tremendo entre los cantos de los negros esclavos de las cárceles y los primeros palos del flamenco: las tonás, los martinetes, las carceleras…” En definitiva, afirma Pachón “eran cantes de una comunidad reprimida y excluida”. Ethan Margolis es un artista norteamericano que ha producido un disco de blues antiguos, como los de Robert Jonhson, por soleá y por bulería.
“Paradójicamente el flamenco se grabó antes que el Blues y antes que el jazz”, cuenta Ricardo. El fonógrafo se comenzó a utilizar en Europa a finales del siglo XIX. El Centro Andaluz de Flamenco de Jerez de la Frontera conserva grabaciones de aquella época. Se utilizó el disco de pizarra hasta 1945 y a partir de entonces llegó el vinilo. Se grabaron miles de canciones en aquella época y la Diputación de Sevilla conserva actualmente 1300 placas de pizarra para aquellos interesados. “No fue la época dorada para el flamenco ya que los discos de pizarra eran muy frustrantes para un cantaor, primero porque duraban tres minutos y segundo porque sólo existían estudios en Barcelona, París y Berlín”, cuenta Ricardo. La calidad técnica del vinilo fue inigualable al juntar en directo a los cantaores y los músicos. “Los discos de Conchita Piquer o de Carmen Amaya fueron grabados en mono y con dos micrófonos, y para mí son un prodigio”, afirma.
Existe una diferencia abismal entre el flamenco de un espactáculo, el grabado en un estudio y el flamenco-flamenco. Según Pachón, durante una grabación de estudio es muy difícil conseguir grabar la esencia de flamenco. Y más aún durante un espectáculo en el que los espectadores se asoman al arte desde una butaca. “El flamenco auténtico es el de la fiesta y la celebración. Es un arte de comunicación circular: no hay espectadores sino participantes”, concluye.